¿Somos los padres responsables de la obesidad infantil?

Escuché hace poco de un profesional que no deberíamos caer en la tentación de pensar que la obesidad infantil es responsabilidad de los padres. Entendí que es mas un problema social y de educación en las escuelas que una actitud proactiva de cada uno de nosotros como padres.

Nuestra opinión es clara. POR SUPUESTO QUE SOMOS RESPONSABLES, tanto desde el punto de vista individual (nuestra actitud siempre influirá en el hijo) como desde el punto de vista colectivo. Es decir, nuestra posición de apoyar o no a políticas que deseen aplicar medidas efectivas para hacer a nuestros hijos ciudadanos bien informados y no solo en el área de salud sino en otros ámbitos que les permita protegerse como por ejemplo en algo tan básico como en el como llevarse bien con su banco.

El problema de obesidad infantil es tan complejo que no se puede culpar a la “sociedad” eludiendo de la responsabilidad a los progenitores, hacer un batiburrillo de problemas sin conocer que en temas de salud hay que identificar los problemas de salud individual (medicina asistencial) del problema social (medicina preventiva). Por tanto, la obesidad infantil es un problema social de abordaje preventivo y la obesidad de nuestros hijos es un problema individual de intervención médica.

Ambos problemas se abordan en la estrategia NAOS coordinado por el ministerio de sanidad donde recoge el consenso entre profesionales multidisciplinares. Aquí se aconseja a los médicos las pautas y protocolos para cómo debemos abordar la obesidad del niño y así mismo recomiendan a instituciones publicas y privadas como abordar una modificación de hábitos en los niños como colectivo. Nosotros, en CEOME, como médicos intervenimos la obesidad infantil desde el criterio NAOS.

Método CEOME ante el problema de un niño/a obeso/A

Cuando nos traen a un/a pre o adolescente para que tratemos su obesidad, uno de los primeros pasos es descartar trastornos metabólicos y después observar el entorno familiar (madre, padre y abuelos) si están todos conformes con la necesidad de perder peso en el niño/a y se comprometen a implicarse en ayudar a cambiar el hábito alimentario del adolescente.

¿Qué porque lo digo? Es muy importante que exista consenso y coherencia en las pautas nuevas que se vayan a marcar al niño/a la hora de enseñar. Por ejemplo, es imprescindible que padres y sobre todo los abuelos estén de acuerdo en que las “chuches” sea una vez a la semana y no en cualquier momento que desee el niño o que a la hora del almuerzo se lleve al colegio tanto bocadillo, fruta o lácteo según la apetencia del niño y estimulándole a que vaya ignorando el dulce industrial.

Si esta coherencia no existe, os decimos por experiencia que, el niño encuentra siempre el punto débil por donde atacar desde el chantaje emocional para conseguir el capricho al que estaba acostumbrado y que es necesario desterrar. En general, el tratamiento es satisfactorio cuando todos colaboramos en bien del niño.  Pero…. Cuando uno de los progenitores y/o abuelos aparecen como boicoteadores y no rectifican, el resultado no es tan bueno.

La planificación del tratamiento comienza con un estudio del niño en sus costumbres y hábitos cotidianos, así como sus preferencia y aversiones alimentarias. Se ajustan las modificaciones necesarias en su alimentación.

Para cambiar el estilo y hábitos diarios que es lo importante (técnicas cognitivas-conductuales), focalizamos la inmensa mayoría de las veces el problema a los padres para que sean ellos los que modifiquen los hábitos nocivos de sus hijos y muchas veces de ellos mismos. Así, las herramientas cognitivas se las enseñamos a los mayores para que se la transmitan a sus hijos a su modo y manera. Siempre es más fácil que desde la misma casa se vaya cambiando día a día y que no sea el médico con una consulta semanal.

¡De verdad que funciona muy bien!, no modificamos simplemente a los niños sino también a todo su entorno familiar con lo que los logros se consiguen de modo integral y armónico. Con garantías de éxito para que se perpetúe en el futuro.

Como hemos dicho antes, el problema de obesidad infantil hay que abordarlo desde el punto de vista de medicina preventiva o salud pública y el ámbito de trabajo es otro. Para nosotros es un problema social y político que desde aquí solo podemos apoyar y colaborar como ciudadanos.

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Dr. Adrián Molero
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